Emocionar parece fácil con un esquema como el de los testimoniales, y ¿si muestras a niños, cachorros de animalitos aun más?. Yo creo que no es sencillo en absoluto. Una emoción intensa desde una comunicación puede venir acompañada de una defensa perceptiva por parte del espectador (‘eso no va conmigo, es solo un anuncio’), o al contrario, una emoción intensa puede ser necesaria, deseada y potenciada artificialmente, porque necesitamos sentir cuando nos hemos acostumbrado a tomar distancia de todo, a no creer en nada. La emoción es una materia muy plástica y dinámica, etérea por definición, como el vapor, la brisa o los aromas.
Las comunicaciones intensas, mal llamadas emocionales, funcionan para bien o para mal, con intensidad claro, y se nos suele olvidar esto. Lo peor que podría pasarles es que pasaran inadvertidas, que quedaran muertas, neutras en la opinión pública. Una comunicación se hace para que llegue, que se reciba, se responda a ella en la direcciín que necesita la marca o la institución que la emite.
Verosimilitud, credibilidad en el mejor de los casos, es el efecto que conviene siempre asegurar. Nos protejamos mas o menos de estas comunicaciones, si al final nos dejan la sensación de que lo que nos han dicho es veraz, correcto, valioso, o asumible al menos, el emisor tendrá un beneficio de imagen, de autoridad legítima, de recuerdo, de valor. Que no se nos olvide que una comunicación es también un objeto de consumo en si mismo.
Una buena colaboración entre investigación, creatividad, comunicación y marketing, puede ayudar a ese objetivo de crear notoriedad y respuesta a sus mensajes.