apasionante ejercicio el de comunicar para un banco hoy, diseñar sus mensajes, hacer renacer una imagen o reinventarla, recuperar la atención y la credibilidad. La dificultad no se le escaparía a casi nadie hoy, decisores, clientes, ejecutores y creadores. Son los mismos pasos en el proceso, interminables briefings con ejecutivos, agencias, investigadores; pero los detalles y los matices implicados en el proceso se me antojan mucho más ricos y complejos que de costumbre.
Una frase, una imagen, un personaje, serán más relevantes que en otros casos porque el común de los espectadores ha perdido el interés o la confianza o ambas cosas, a unos niveles no alcanzados nunca antes o quizás solo en épocas tan críticas como esta. Por eso cualquier frase debe ser medida con cuidado, cualquier palabra, y sus significados profundos para el espectador.
Nadie esta obligado a seguir un proceso u otro; ninguna marca tiene por qué consultar al ‘oráculo’ o ponerle unos cables al consumidor delante de un televisor si no lo desea, no cree en ello o no lo puede pagar. Además la memoria de las personas es selectiva, y poco fiable. Sin embargo hay algo que no suele fallar, o al menos no demasiado. Si una marca resulta creíble e implicante en sus mensajes, y si consigue que la atendamos, a lo mejor le respondemos.
Aquí vemos dos anuncios recientes de la banca, de las cajas hechas banco por obra y gracia de los politicos. ¿Cuál de ellos nos parece más creíble? ¿Alguno nos lleva a implicarnos y a responderles positivamente?
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