Mario quería un coche nuevo. Le acompañé. Hizo sus deberes, miro webs, usó comparadores, habló con conocidos y amigos, recibió consejos de expertos, hizo cuentas, penso en colores, habló con su amiga, penso en sus perros, imaginó viajes y caminos, actividades fuera y dentro del coche, subió el volumen de la musica en su mente. Hasta que por fin un día se lanzó al viaje de los concesionarios y los comerciales. Uno le hablaba de las excelentes condiciones económicas, le decía que sus coches son basicos pero buenos, que la marca les dice decir esto o lo otro pero que el prefería ser sincero con el comprador y hacerlo a su manera. Otro casi no hablaba y solo repetía el mantra del color que representaba a la marca y que esa era el buque estrella, y que su imagen era la más cuidada, la más potenciada desde arriba, y así.
Mario escuchaba, casi no hablaba, me miraba como diciendo y ahora qué se dice. Los comerciales no escuchaban, lanzaban sus bromas, sus trucos, sus consejos, buscando el estado letal en el que el comprador no puede más y firma.
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