
“Os cuento cómo llegué a tener el privilegio con el que todo mediador sueña, mediar entre un terrorista y sus víctimas”.
Ester Pascual, abogada penalista, mediadora experta y doctora en Derecho, comienza su ponencia con la naturalidad de una vecina del piso de enfrente que te puede pedir una taza de azúcar porque se le ha terminado y no ha tenido tiempo de ir a comprar ese día.
“Recibí una llamada mientras estaba de compras en IKEA, eso no se olvida, y era una persona que trabajaba en el Gobierno Vasco en la Dirección de Víctimas, y me dicen que han recibido unas cartas de ex terroristas en la cárcel de Nanclares de la Oca diciendo que quieren ver a víctimas”.
Poco a poco Ester va desgranando su experiencia de aquellos años (2011-12), situando los conceptos de mediadora, en tono Harvard para este público de estudiantes y amantes de la mediación, (Universidad Francisco de Vitoria, primeras jornadas del máster en mediación 2017-18). Aunque se percibe de alguna forma que ya ha superado todos los modelos, “mediación como nombre era un dilema; no se le puede llamar mediación realmente porque no hay beneficios tangibles para ninguna de las partes, no podía haberlos (por ley) ; decidimos llamarlos “encuentros restaurativos”.
Fueron pioneros, había que inventar la metodología, nadie lo había hecho antes, nadie se había atrevido con algo así, “decidimos adaptar lo que sabíamos de mediación, había que hacerlo bien, porque era peligroso ¿no? Pero no lo dudé ni un instante, me embarqué en esta aventura agradecidísima y muy emocionada”. Ester presentaba su experiencia como una abogada con años de experiencia en justicia restaurativa con casos penales graves, pero también como quien tiene que volver a empezar casi desde cero.
“Porque al final, el dolor de las víctimas y el de los asesinos no puede diferir mucho del de otros delitos del mismo tipo con víctimas y asesinos”. Con esta hipótesis de trabajo fueron a reunirse con el director de la prisión a contarle el procedimiento que habían ideado, su diseño experimental.
Ester lo cuenta, más bien lo revive, una y otra vez en su ponencia. Mira fijamente a todos y más tiempo aun al que le mantiene la mirada. Durante horas, en su trabajo, ha estado mirando fijamente a muchos asesinos, supuestamente despiadados, y hoy su mirada con el público de la ponencia es dulce y firme, como queriendo que la entiendas mientras lanza frases que te llegan como cuchillos con total naturalidad: “entendí que hasta en situaciones extremas el poder del diálogo y de las palabras es infinito, ¿por qué no explorarlo en otras vías si se pudo en algo tan grave?”.
Ester Pascual describe el procedimiento que llevó a cabo con su equipo todos esos meses, cargados de viajes de días de muchas horas a Vitoria, plenos de entrevistas con presos de ETA, en las que iba
ganando su confianza, a base de esfuerzo y empatía, rompiendo sus defensas y quizás pasando un poco de miedo también, “pensaban que era del CNI o de la policía antiterrorista”.
Tuvo que romper muchas reglas de la mediación, inventarse, cortar y pegar, aguantar el tipo. Y abordar el posible debate sobre el perdón sin ninguna garantía de éxito, más bien al contrario: “solo uno quiso tras esa primera entrevista informativa en grupo” (piensa que en la prisión se la habían jugado un poco al ponerla delante de los 30 ex etarras de golpe, nada más llegar, y sin posibilidad de salir corriendo, cuando ella había negociado que fueran de 3 en 3).
Tres, ese número maldito de los comandos, siempre de 3, que echaban a suertes quién sería vigilante, quién facilitador de la fuga, quién asesino. Al final de ese largo y cuidadoso proceso de entrevistas iniciales consiguió 6 voluntarios (la mediación es voluntariedad), y gastó entre 10 y 14 entrevistas de unas 3 horas con cada uno para ir estructurando sus maltrechas mentes y construir juntos alguna ínfima posibilidad para el diálogo. Muchas preguntas muy bien diseñadas y preparadas que hay que tener valor para plantarle a los asesinos cara a cara, “ellos aceptan esa sentencia y entienden que se les llame así, casi lo piden”: ¿cómo entraste en la organización? ¿Cómo fue la primera vez que mataste? ¿Cómo eras antes? “No me acuerdo”, y ¿cómo eres ahora? “unos decían soy un monstruo aniquilador, otros nada, cada uno es diferente”.
Les pidió que hiciesen una carta a sus víctimas, porque al final entre víctimas y verdugos se establece una relación para siempre, intensa, terrible y fantasmagórica a veces. Y pedir perdón, dice, “no vale aquí, no sale así, no puede decirse así con esas palabras”.
Y el juego de las pastillas: “si te doy 15 pastillas mágicas que consiguen lo que se les pida, siempre una más que el número de sus víctimas, ¿a quién se las darías?” “A mis victimas y a mi amá”, la misma respuesta en todos los casos.
El mismo proceso después con las víctimas, una entrevista tras otra pero que “me resultó más sencillo, más corto; estaban muy bien captados por Txema Urquijo”. Las víctimas de estos traumas pasan por 3 estadios de desvictimización, sugiere Ester: shock, odio y renacimiento, o no; es cuestión de tiempo y “no se puede estar odiando toda la vida sin pagar un alto precio”. Pero muchas de ellas han seguido y siguen sufriendo cada año la presión del odio en sus poblaciones, las micro venganzas, pintadas, insultos, amenazas mantenidas en sus poblaciones desde ambos bandos. El desmoronamiento de la organización es una clave importante para que estos encuentros tengan validez y eficacia, para todas las partes. El contexto, siempre el contexto en la mirada de un mediador.
Los encuentros, 6, se produjeron tras esos meses de preparación intensa de Ester, su equipo, y las partes en conflicto. Es difícil imaginar esa mezcla de profundo dolor y quizás de satisfacción por cada pequeño avance. “Empoderar” a las partes debió de ser un ejercicio mental gigantesco. Que las víctimas vieran que la prisión no es un hotel 5 estrellas y que los asesinos no sabían a quienes mataban y cómo se derrumbaban agradecidos porque les enseñaran las fotos y empezaban a “sentir” el daño que habían hecho. Que los asesinos pusieran ojos, cara, identidad, a sus víctimas, que dejaran de ser “cosas”, y a partir de ahí soñar con sus fantasmas cada día en su celda con ellas, con sus vidas rotas, con sus almas.
“Yo no tenía que hacer ya nada, si me hubiera ido de allí habrían seguido hablando, estuvieron más de 2-3 horas de media por encuentro, ellos solos lo gestionaban”. Pero Ester tenía que quedarse, es de suponer que enganchada por la magia del diálogo que ella y su equipo habían conseguido.
“El perdón va saliendo de forma natural, cuando llevaban un rato largo hablando y la víctima se metía en el relato del asesino y le demostraba quién era”. La ponencia se acaba en una hora, que ha parecido un minuto, no sin dar una mala noticia al público, “la política se metió por medio, cambió el gobierno y cortaron el proyecto de raíz, sin dar explicaciones”. Ella y su equipo pidieron explicaciones sin recibir respuesta y decidieron hacer un libro, para que no se olvide, que la restauración a veces es posible hasta en situaciones extremas y el diálogo hace su magia, si se lucha por él.
Nos cuenta al final, fuera de tiempos, que aún hoy hay víctimas que siguen en contacto con sus verdugos, y mantienen una relación constante, como ese terrorista que sigue yendo cada año al acto de homenaje de familiares y amigos de la víctima en su tumba, con 14 claveles rojos, entendemos que por sus víctimas aún no conocidas, y uno blanco por su víctima “restaurada”. Y hay otras, ya en libertad desde la “doctrina Parot” que lo piden. Incluso hay peticiones de encuentros entre los islamistas radicales encarcelados.
Ester nos ha dejado pegados al asiento, porque su tono no ha sido en ningún momento egocéntrico, demostrando en toda su exposición que se siente muy agradecida por haber tenido esa suerte de experiencias y ese trabajo. Terminó parecido a como empezó, “os doy las gracias por haber venido porque dice mucho de vosotros el estar interesados y en favor de la justicia restaurativa y de la mediación”.
Gracias a ti, Ester.
Referencias:
https://www.casadellibro.com/libro-los-ojos-del-otro/9788429321203/2584546
http://web.upcomillas.es/profesor/epascual
http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/30-minuts/el-perdo/video/3980170/
Una canción de esperanza restauradora: